16/4/16

Mitos y realidades sobre la alergia a la proteína de la leche de vaca [16-4-16]


Mitos y realidades sobre la alergia a la proteína de la leche de vaca

En el largo plazo, la mayor parte de los casos tiende a resolverse de manera espontánea, sostienen los especialistas.

La alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV) es considerada una de las alergias alimentarias más frecuentes en los primeros meses de vida, aunque se trata de una enfermedad con diagnóstico dificultoso en la práctica pediátrica.

Así lo revelaron las conclusiones del Simposio Satélite "Alergia a la proteína de la leche de vaca en la práctica clínica: mitos y realidades", organizado por Nutricia Advanced Medical Nutrition. En el encuentro se destacó la importancia de informar a los profesionales sobre las manifestaciones clínicas, el diagnóstico oportuno y el tratamiento a través de fórmulas y dieta de exclusión.

Esta alergia alimentaria, que tiene una prevalencia que oscila entre el 2 al 7,5%, es confundida a menudo con la intolerancia a la lactosa.

"Una alergia alimentaria es una reacción de hipersensibilidad del sistema inmune a una determinada proteína presente en los alimentos, en cambio, en la intolerancia a la lactosa el sistema inmune no está involucrado" explicó Lucio González, gastroenterólogo infantil, miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría.

La lactosa es un azúcar que al llegar al intestino es metabolizada por una enzima denominada lactasa. Ante la deficiencia de esta enzima, la lactosa no puede digerirse adecuadamente. "Por el contrario, si un niño padece una alergia, ingerir aunque sea una mínima cantidad de ese alimento puede provocar una reacción alérgica grave" destacó el especialista.

La mayoría de los niños que padecen alergia a la proteína de leche de vaca sufren síntomas como el llanto, erupción cutánea, diarrea, cólicos, sangre en materia fecal, sibilancias, vómitos o sueño inquieto de un momento a otro.

Las principales manifestaciones pueden ocurrir a nivel tracto digestivo (50-60%), en la piel (50-60%), y el tracto respiratorio (20-30%).

Los síntomas pueden variar de leves-moderados hasta severos. "En niños susceptibles, se pueden presentar manifestaciones de alergias alimentarias, aunque estén alimentados a pecho. En esos casos, no se debe suspender la lactancia, sino que la mamá debe realizar una dieta de exclusión" explicó Liliana Bezrodnik, coordinadora del grupo de trabajo de Inmunología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.

Los síntomas de sospecha de este tipo de alergia alimentaria pueden aparecer después de horas o días luego de la ingestión de leche de vaca. Entre los síntomas inmediatos, síndrome de alergia oral, en boca, labios y también en piel (eritema, urticaria), anafilaxia (una forma grave de alergia). Y entre los síntomas tardíos, sangre y moco en materia fecal (proctitis, proctocolitis), vómitos, regurgitaciones, cólicos, constipación.

También cuadros dermatológicos y respiratorios, entre estos últimos rinitis e hiperreactividad bronquial.


El diagnóstico

Además de un exhaustivo interrogatorio de los antecedentes del paciente y el examen físico, el método gold standard es la mejoría con la suspensión de proteína leche de vaca y la reaparición de los síntomas con el enfrentamiento al alérgeno cerrado y doble ciego (ni el profesional ni el paciente conocen si le están administrando o no el alérgeno).

"En la práctica clínica cotidiana, si los síntomas mejoran, se realiza después de la cuarta semana el enfrentamiento abierto donde el médico y la familia conocen la introducción del alérgeno", explicó Jorge Martínez, especialista en alergia e inmunología y miembro de la American Academy of Allergy Asthma & Immunology.

En pacientes con manifestaciones clínicas compatibles con reacción inmediata mediada por IgE (inmunoglobulina E, un tipo de anticuerpo), "el enfrentamiento debe realizarse en instituciones de salud y bajo supervisión médica", aclaró Martínez.

También se pueden realizar test diagnósticos que son especialmente útiles en las formas mediadas por IgE, como el prick test o la IgE específica en suero.

Los niños que presentan alergia a la proteína de lecha de vaca deben recibir una dieta que no contenga productos con dicha proteína, aunque sea en mínimas cantidades: lácteos en general y otros productos que la contienen en forma oculta como ser caseína, lactosa, lactoalbúmina.

Según Christian Boggio Marzet, coordinador del grupo de trabajo de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica del Hospital General de Agudos Ignacio Pirovano, "en el caso de las madres que amamantan, deben excluir de su alimentación los lácteos y derivados, además de todos aquellos alimentos que contengan el alérgeno. Además, deben ser suplementadas con calcio".

En relación a la ingesta de leches hipoalergénicasv se divide en dos tipos. Las fórmulas basadas en aminoácidos (AA) son sintéticas libres de proteína láctea. Las fórmulas a base de hidrolizados extensos, que contienen componentes proteicos modificados de la proteína de leche de vaca con muy baja alergenicidad, pero no nula. Está demostrado que las fórmulas a base de soja y las de otros mamíferos (cabra, oveja, búfalo, etc.) no representan una alternativa para el tratamiento del niño con APLV. En estos tipos de leche la alergia cruzada puede llegar a estar presente hasta en el 70% de los casos. "En el largo plazo, la mayor parte de este tipo de alergia alimentaria tiende a resolverse de manera espontánea. A esto contribuyen diferentes mecanismos de tolerancia que se activan conforme el niño deja de consumir leche de vaca", aclaró Boggie Marzet. Los estudios epidemiológicos presentan diferencias en los porcentajes de resolución. La mayoría de los niños adquiere tolerancia luego de 1-2 años de tratamiento específico y por experiencias clínicas se conoce que el 95% de ellos lo logra alrededor de los 3 años.
 

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